
La antropóloga estadounidense realiza en este libro un ejercicio maravilloso de poética y divulgación. Alabado por la crítica y premiado por instituciones de antropología, La seta del fin del mundo resulta una insospechada guía de resiliencia en comunidad, aprendiendo de uno de los seres vivos en los que menos reparamos: los hongos.
El ejemplo del matsutake, uno de los hongos más codiciados del mundo y que solo crece en entornos alterados por el ser humano, es la metáfora ideal para abrir una conversación antropológica urgente, la de las posibilidades supervivencia en las ruinas del sistema.